Las cartas están marcadas. Los protagonistas lo saben y por tanto, las jugadas tienen un breve recorrido. Mucha expectación y luego un simulacro de entendimiento. Después de dos horas, Zapatero y Rajoy, sólo nos brindan el acuerdo de la remodelación de Cajas de Ahorros y la necesidad de ayudar a Grecia.
Además, en el mundo globalizado basta que alguien con determinado reconocimiento económico emita su opinión y en función de su veredicto nuestros ahorros se volatilizan en minutos.
Este hecho sucede tanto en países gobernados por la derecha como por la izquierda. Y los gobiernos, sea verdad o mentira, nada pueden hacer para evitarlo.
El volcán Grecia destapa todas las alarmas y nos enteramos que vivían por encima de sus posibilidades reales. Así años y nadie decía basta. España, también sabe de eso con la construcción inmobiliaria, y ahora el azote del paro nos sitúa a la cabeza de Europa.
Si sumamos las perdidas mobiliarias e inmobiliarias, la sociedad nos encogemos y empezamos a sentir una enorme preocupación. Con las consecuencias que ello tiene para el consumo.
Entonces ¿qué esperamos del Gobierno y del partido aspirante a gobernar? En democracias consolidadas como la nuestra la ciudadanía sabemos diferenciar perfectamente las ideologías políticas y sus consecuencias.
Sabemos que sin una arriesgada apuesta política para sostener medianamente a los más afectados por la crisis, la ebullición social sería imparable. La preocupación llega cuando nos preguntamos: hasta cuándo.
Y todavía sentimos más zozobra si analizamos las medidas correctoras que se aplican para volver a la normalidad: ajustes y más ajustes a determinados sectores de la sociedad.
Sin embargo, ante la dramática situación que vivimos, asistimos al espectáculo de comprobar que los poderes que indican las medias restrictivas no dan un paso adelante y dicen: ¡aquí estamos! nosotros los primeros en aplicarnos nuestras propias recetas ¡sacrifico para todos!
Además, en el mundo globalizado basta que alguien con determinado reconocimiento económico emita su opinión y en función de su veredicto nuestros ahorros se volatilizan en minutos.
Este hecho sucede tanto en países gobernados por la derecha como por la izquierda. Y los gobiernos, sea verdad o mentira, nada pueden hacer para evitarlo.
El volcán Grecia destapa todas las alarmas y nos enteramos que vivían por encima de sus posibilidades reales. Así años y nadie decía basta. España, también sabe de eso con la construcción inmobiliaria, y ahora el azote del paro nos sitúa a la cabeza de Europa.
Si sumamos las perdidas mobiliarias e inmobiliarias, la sociedad nos encogemos y empezamos a sentir una enorme preocupación. Con las consecuencias que ello tiene para el consumo.
Entonces ¿qué esperamos del Gobierno y del partido aspirante a gobernar? En democracias consolidadas como la nuestra la ciudadanía sabemos diferenciar perfectamente las ideologías políticas y sus consecuencias.
Sabemos que sin una arriesgada apuesta política para sostener medianamente a los más afectados por la crisis, la ebullición social sería imparable. La preocupación llega cuando nos preguntamos: hasta cuándo.
Y todavía sentimos más zozobra si analizamos las medidas correctoras que se aplican para volver a la normalidad: ajustes y más ajustes a determinados sectores de la sociedad.
Sin embargo, ante la dramática situación que vivimos, asistimos al espectáculo de comprobar que los poderes que indican las medias restrictivas no dan un paso adelante y dicen: ¡aquí estamos! nosotros los primeros en aplicarnos nuestras propias recetas ¡sacrifico para todos!
Es posible que técnicamente no esté bien razonado, pero socialmente es entendible. O suprimimos los grandes privilegios para compartir, o el pesimismo y la alteración harán acto de presencia.