Comprobar que la ilusión que la sociedad española había
experimentado a la hora de acudir a las urnas el pasado 20D de 2015, se ha desvanecido.
Nadie podía pensar que nuestros representantes políticos no fuesen capaces de
darle forma al resultado que el pueblo español había decidido que era el más
adecuado.
Con independencia del cúmulo de declaraciones oficiales
que los distintos grupos políticos, están expresando para justificar lo
injustificable, ayer y hoy vemos la repetición de las imágenes de las
comparecencias de los representantes que los diversos grupos escenifican ante
el Jefe del Estado.
Desconocemos que poder económico o político ha impedido
que cuando una mayoría social, expresada en las urnas decide apostar por un cambio
radical de política, la aplicación práctica de ese resultado no ha visto la
luz, y de nuevo si nadie lo remedia, estaremos llamados a las urnas.
Ha sido una gran decepción, valorar que 14 millones de
votos no han tenido la fuerza democrática suficiente para configurar un
Gobierno de progreso en España.
Pero, lo paradójico es que todas las encuestas que se
conocen, punto arriba o abajo, se siguen asemejando al mismo resultado que ya
se produjo el año pasado. Lo triste es que llegaremos después de seis meses si
haber solucionado los problemas sociales más acuciantes de las familias más necesitadas,
a tener que escuchar de nuevo los dimes y diretes de nuestros representantes
políticos.
Esto, expuesto de manera sencilla, es el sentir general
de la mayoría de la sociedad, y no sabemos qué efecto puede producir en el
electorado a la hora de acudir de nuevo a las urnas en el mes de junio.
Sólo recordar a los poderes fácticos que se manejan en
la sombra, que no deben equivocarse y menospreciar a la opinión pública. Si los
españoles y españolas decidimos que queremos un cambio radical, habrá cambio de
Gobierno en España.