El actual presidente de Catalunya es un político con poca
o ninguna capacidad estadística. De esta falta de lucidez, tampoco se libra su
equipo de asesores. Las dos últimas elecciones convocadas por decisión propia
no han hecho más que incidir en un fracaso anunciado.
En 2012, querían aumentar su número de parlamentarios y
aquella convocatoria benefició a ERC. Ayer, con una amalgama de socios incluidos
sus rivales naturales, quedó demostrado que han ganado las elecciones pero han
perdido el plebiscito que era la esencia de la convocatoria.
Finalmente, tenemos que manejar los resultados que apoyan
el inicio del independentismo, 47% de los votantes. Igualmente, hay que tener
en cuenta los datos de los que dicen ¡no! 52% de votos.
Esto, aunque la aritmética parlamentaria basada en la actual
ley electoral te permite tener mayoría de escaños, necesitas de más apoyos para
poder gobernar.
En la noche electoral escuchando a los distintos portavoces
de los partidos que han obtenido representación y a pesar del aire festivo de `juntos
por el sí´ con la tranquilidad que facilita las horas pasadas, me imagino que
el aire festivo va disminuyendo. A nadie se le puede olvidar el 52% que han
votado opciones que buscan otras alternativas para solucionar el encaje de
Cataluña en España.
Siendo lo anterior la base de partida para empezar cualquier
negociación, hay que tener muy en consideración el predicamento político y las
condiciones que han ofrecido a su electorado la formación CUP. Si para que se
pueda contar con ellos en un hipotético inicio de acuerdo parlamentario, hay
que firmar una hoja de ruta donde lo primero es recuperar todos los recortes
que el Gobierno actual ha aplicado a la sociedad catalana, si hay que derogar
leyes que atentan contra la dignidad de las personas y si a esto, se le suma la
condición irrenunciable de que ellos no apoyaran un gobierno que presida Artur
Mas, se me hace harto difícil que la alegría electoral se pueda seguir
celebrando.