Ha sido tan sorprendente lo sucedido, que antes de publicar
la noticia los medios de comunicación necesitaban confirmar el hecho acaecido. La
que fuera Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, no atendía
el requerimiento de la Policía.
Conduciendo su propio coche, en plena Gran Vía madrileña, la
hoy todavía presidenta del Partido Popular de Madrid, se le ocurre estacionar
el vehículo en el carril protegido para autobuses urbanos e ir a sacar dinero a
un cajero automático.
La Policía Local madrileña, ante tal grado de infracción, se
dirige a la persona prevaricadora para pedirle la documentación. Mientras ella,
hace que lo busca, el agente, está tomando los datos exteriores del coche.
La sorpresa surge cuando en un arrebato incomprensible, la
Sra. Aguirre, arranca su vehículo, choca contra la moto del agente y se da a la
fuga como una vulgar delincuente.
Hecho este, que hace que sea perseguida por las calles de
Madrid, hasta su propio domicilio cobijándose en su garaje.
Lugo manda a los guardaespaldas que tiene permanentes en su
casa que tratan de presentar los papeles del seguro.
Por incompresible que parezca, esta es una historia real que
la protagoniza una defensora a ultranza –en teoría- de la Policía y el trabajo
que realiza. Claro está si el cumplimiento de su obligación no le afecta a ella
directamente como queda demostrado.
Con independencia de la sanción y reparación del destrozo
causado, desde el punto de vista político, la sociedad civil debemos reprobar
un comportamiento como el expuesto aquí.
Es más, una persona que ha tenido y tiene una
responsabilidad política que se supone ejemplar no puede huir como una vulgar malhechora cuando la autoridad la requiere.
Esa actitud en una persona con una actividad pública
reconocida tiene que recibir el tratamiento que merece. Que no es otra solución
que la presentación de su dimisión de todos los cargos públicos que ostenta. La
soberbia y la prepotencia no son buenas consejeras de Esperanza Aguirre.