La comunidad internacional tiene que abandonar la política del avestruz ejercida con el problema de la inmigración. La mayoría de los países del primer mundo, aunque todavía directamente no se sientan alterados por la llegada masiva e incontrolada de personas procedentes de lugares pobres, humanamente tienen la obligación de contribuir a la solución del problema.
España, debido a su ubicación geográfica, se ha convertido en la puerta de entrada para la población procedente del continente africano. Alarmados estamos por el crecimiento del número de personas que llegan cada día a las costas canarias. La cifra no alcanza su techo y nos advierten que hay 100.000 personas preparadas para salir de sus países.
En Senegal la flota pesquera se ha reconvirtido en lo que se ha dado en llamar “cayucos”. Tenemos que recordar que la reconversión la produce la falta de actividad pesquera acordada por la comunidad internacional. En los debates también se pone sobre la mesa el fracaso de los acuerdos del mercado de los productos de la tierra y a estos países sólo les queda para poder exportar al resto del mundo “sus personas”.
Gestionar la llegada incontrolada y creciente de inmigrantes tiene muchas dificultades, ningún Gobierno solo, puede acometer la solución del problema, que es infinito. La comunidad internacional tiene la obligación de ayudar. Primero, tratando de frenar la salida masiva de sus países. Segundo, implantando ayudas directas a través de programas de colaboración con los gobiernos de origen. Tercero, rediseñando la actividad productiva mundial sobre el libre comercio, permitiendo que los países más pobres puedan colocar en el circuito comercial su producción.
Los países miembros de Naciones Unidas comprometidos con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en su punto 8, “Fomentar una asociación mundial para el desarrollo”, en los siete apartados de su redactado tienen la solución teórica para lograr un mundo mejor y más justo.
¡Exijamos el cumplimiento de lo acordado mundialmente!
España, debido a su ubicación geográfica, se ha convertido en la puerta de entrada para la población procedente del continente africano. Alarmados estamos por el crecimiento del número de personas que llegan cada día a las costas canarias. La cifra no alcanza su techo y nos advierten que hay 100.000 personas preparadas para salir de sus países.
En Senegal la flota pesquera se ha reconvirtido en lo que se ha dado en llamar “cayucos”. Tenemos que recordar que la reconversión la produce la falta de actividad pesquera acordada por la comunidad internacional. En los debates también se pone sobre la mesa el fracaso de los acuerdos del mercado de los productos de la tierra y a estos países sólo les queda para poder exportar al resto del mundo “sus personas”.
Gestionar la llegada incontrolada y creciente de inmigrantes tiene muchas dificultades, ningún Gobierno solo, puede acometer la solución del problema, que es infinito. La comunidad internacional tiene la obligación de ayudar. Primero, tratando de frenar la salida masiva de sus países. Segundo, implantando ayudas directas a través de programas de colaboración con los gobiernos de origen. Tercero, rediseñando la actividad productiva mundial sobre el libre comercio, permitiendo que los países más pobres puedan colocar en el circuito comercial su producción.
Los países miembros de Naciones Unidas comprometidos con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en su punto 8, “Fomentar una asociación mundial para el desarrollo”, en los siete apartados de su redactado tienen la solución teórica para lograr un mundo mejor y más justo.
¡Exijamos el cumplimiento de lo acordado mundialmente!
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