Finalmente, anoche se celebró el esperado debate sobre
Europa entre el Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español. Hay que
reconocer que salvo los profesionales de los medios que están obligados a
referenciar en sus comentarios y editoriales el hecho, el debate en sí tuvo
poca atracción para el televidente.
Las cuotas de audiencia en las televisiones son
fundamentales para que determinados programas se mantengan en la parrilla de la
programación. Si el debate entre Elena Valenciano y Miguel Arias, dependiera de
ello, no repetirían otra sesión. No se llegó al 10% de audiencia.
Y, es que el electorado español ya no se siente atraído
por lo debates televisivos. Pero ello, no se debe a que los interlocutores no
sepan estar en la escena del plató. La cuestión principal es que la sociedad
española hemos aprendido que nuestro Gobierno no es independiente para tomar
decisiones importantes que ayuden a corregir los problemas que tenemos.
Ha pasado con el anterior Gobierno y cuando una mayoría
absoluta deposita la confianza en el PP, creyendo que los socialistas eran los
culpables de la situación, valoramos que el Gobierno de Rajoy, también está
sujeto a la normativa que nos dictan los organismos europeos.
Entonces un debate entre los grandes partidos españoles
no atrae. Pues, conocemos de antemano que los destinos de nuestro país están
sometidos a otros criterios establecidos en Europa.
No obstante, es cierto que un Estado europeo conformado
con mayorías progresistas todavía despierta la esperanza de que a partir del 25
de mayo, las decisiones que se toman, consideren prioritario a las personas.
Por ello, a pesar del desencanto inicial deberíamos
reflexionar si lo dejamos estar o por el contrario acudimos a depositar nuestro
voto para hacer crecer a las fuerzas de progreso. Valenciano, intentó marcar
las diferencias en muchos temas que los separan de los postulados que defendió
Arias Cañete.
El candidato del PP, cuando se veía señalado
utilizaba el recurso de la `herencia recibida´. Eso en economía todavía le pudo
salvar, pero en otras leyes sociales aprobadas por el actual Gobierno de Rajoy,
a nadie puede convencer. El nerviosismo le seca la boca y para justificarlo
apela a la mayor capacidad intelectual del hombre. Inverosímil.