Un principio de acuerdo entre los dos grandes partido políticos PSOE y PP, entorno a los asuntos más relevantes que interesan a la sociedad española, sería un buen premio de lotería para todos.
Aunque las declaraciones previas al encuentro, entre Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero, no nos hace ser optimistas sobre el deseado resultado, siempre queda la esperanza de poder iniciar un camino que nos lleve a un punto de entendimiento. Esto, es precisamente en lo que consiste el “arte de la política” hacer converger posturas antagónicas en un punto común.
Ahora bien, determinadas declaraciones referidas al “proceso de paz” como la escuchada a un alto representante popular, diciendo: “si al final el proceso no termina bien la responsabilidad es de Zapatero” me provoca inquietud y me sugiere una simple pregunta: Si sale bien ¿le hacemos un monumento y lo perpetuamos en la presidencia? No se puede ser tan simplistas con un asunto trascendental como el que nos ocupa.
Entiendo que si sale mal será responsabilidad de todos los grupos políticos con especial protagonismo de los vascos; y si sale bien, será un éxito de todos los que apoyen y pongan sus conocimientos al servicio de la causa común. Por lo tanto, ante una conclusión tan simple, mañana debería ser el día del principio de un gran acuerdo de futuro. Porque hay diversas maneras de entendernos, y marcar diferencias que sean apreciadas por la sociedad. Llegar a un acuerdo no se puede entender como la claudicación y renuncia a los postulados que cada uno representa, pero sí debe valorarse la globalidad del beneficio general.
A partir de ahí, producido el deseado hecho; a la otra parte en litigio le tenemos que exigir que cumpla con su obligación y también facilite el entendimiento y el progreso en la negociación del proceso para alcanzar la paz. Tienen que renunciar a la estrategia de la violencia callejera para hacer valer sus principios. A estas alturas de la película, no valen procedimientos utilizados en el pasado. Eso no encaja en el proceso actual, se puede y se debe llegar a un acuerdo, pero hay que buscar métodos vindicativos acordes con la nueva realidad política. Si el mundo abertzale no se obliga a cumplir seriamente el papel que le toca protagonizar, está atando de pies y manos al Gobierno y por lo tanto dificultando el resultado final.
Deseo fervientemente que mañana sea el punto de partida de la ansiada colaboración mutua entre toda la sociedad española. Los ciudadanos/as nos merecemos la PAZ.
Aunque las declaraciones previas al encuentro, entre Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero, no nos hace ser optimistas sobre el deseado resultado, siempre queda la esperanza de poder iniciar un camino que nos lleve a un punto de entendimiento. Esto, es precisamente en lo que consiste el “arte de la política” hacer converger posturas antagónicas en un punto común.
Ahora bien, determinadas declaraciones referidas al “proceso de paz” como la escuchada a un alto representante popular, diciendo: “si al final el proceso no termina bien la responsabilidad es de Zapatero” me provoca inquietud y me sugiere una simple pregunta: Si sale bien ¿le hacemos un monumento y lo perpetuamos en la presidencia? No se puede ser tan simplistas con un asunto trascendental como el que nos ocupa.
Entiendo que si sale mal será responsabilidad de todos los grupos políticos con especial protagonismo de los vascos; y si sale bien, será un éxito de todos los que apoyen y pongan sus conocimientos al servicio de la causa común. Por lo tanto, ante una conclusión tan simple, mañana debería ser el día del principio de un gran acuerdo de futuro. Porque hay diversas maneras de entendernos, y marcar diferencias que sean apreciadas por la sociedad. Llegar a un acuerdo no se puede entender como la claudicación y renuncia a los postulados que cada uno representa, pero sí debe valorarse la globalidad del beneficio general.
A partir de ahí, producido el deseado hecho; a la otra parte en litigio le tenemos que exigir que cumpla con su obligación y también facilite el entendimiento y el progreso en la negociación del proceso para alcanzar la paz. Tienen que renunciar a la estrategia de la violencia callejera para hacer valer sus principios. A estas alturas de la película, no valen procedimientos utilizados en el pasado. Eso no encaja en el proceso actual, se puede y se debe llegar a un acuerdo, pero hay que buscar métodos vindicativos acordes con la nueva realidad política. Si el mundo abertzale no se obliga a cumplir seriamente el papel que le toca protagonizar, está atando de pies y manos al Gobierno y por lo tanto dificultando el resultado final.
Deseo fervientemente que mañana sea el punto de partida de la ansiada colaboración mutua entre toda la sociedad española. Los ciudadanos/as nos merecemos la PAZ.