Acontecimientos históricos que se están recordando en distintas publicaciones han causado un importante impacto en mí persona. Igualmente, se comprueba que también afecta a un amplío sector de población.
De rotundo éxito se puede calificar la presentación del libro “Maestros de la República” de la periodista Maria Antonia Iglesias. El auditorio del Palacio de Congresos de Madrid se llenó hasta la bandera y fueron muchas las personas que acudieron al acto y no pudieron entrar.
Durante la II República, entre otras decisiones se declara al Estado español “laico” y por lo tanto se decide quitar de los espacios públicos los signos que representen a cualquier religión. En consecuencia en las escuelas se suprimieron los crucifijos; “el maestro se convirtió en el referente social y político del pueblo”. Como personas cultas de la época, entendieron que cuando en un proceso electoral limpio, el pueblo decide implantar la “República” toda persona amante de la democracia y por lo tanto respetando la voluntad del pueblo debe acatar la decisión. Además, está demostrado que ellos lo que hacían desde su tribuna pedagógica era enseñar en la “libertad de pensamiento”. Y esto, a determinados poderes fácticos no les complacía. Es más, los definen a los maestros como ateos, blasfemos y, sobre todo, enemigos de los curas y de la religión. Y eso decidiría fatalmente la suerte de todos ellos.
A la par que se presentaba el libro, en alguna televisión se recogía la historia de las familias de aquellos “ilustres maestros” y ha sido conmovedor apreciar el sufrimiento y el daño psicológico que tuvieron que padecer sus familiares más directos. No sólo les habían arrebatado sus vidas, sino que además, la propaganda del régimen les había hecho entender que eran unos traidores a la patria y por lo tanto debían sentir vergüenza de sus antecesores.
Vale preguntarse ¿si no se hubiera actuado así en aquellos tiempos contra las personas defensores de un pensamiento en libertad, estaríamos hoy lamentando muchos de los acontecimientos que suceden? No olvidemos que uno de los principales problemas que genera durante sus 40 años la dictadura, es la congelación mental y cultural de España.
Muchos de los problemas que arrastra nuestra sociedad actual son producto de la falta del respeto a la vida de los demás. Por ello, considero muy acertado que el Gobierno socialista introduzca en la enseñanza escolar una asignatura titulada “Educación para la ciudadanía”.
Cuando los valores humanos divulgados en ese aprendizaje formen parte de todos y cada una de las personas del futuro social de este país, estoy convencido de que no se tendrá que celebrar días conmemorativos contra ningún tipo de violencia.
De rotundo éxito se puede calificar la presentación del libro “Maestros de la República” de la periodista Maria Antonia Iglesias. El auditorio del Palacio de Congresos de Madrid se llenó hasta la bandera y fueron muchas las personas que acudieron al acto y no pudieron entrar.
Durante la II República, entre otras decisiones se declara al Estado español “laico” y por lo tanto se decide quitar de los espacios públicos los signos que representen a cualquier religión. En consecuencia en las escuelas se suprimieron los crucifijos; “el maestro se convirtió en el referente social y político del pueblo”. Como personas cultas de la época, entendieron que cuando en un proceso electoral limpio, el pueblo decide implantar la “República” toda persona amante de la democracia y por lo tanto respetando la voluntad del pueblo debe acatar la decisión. Además, está demostrado que ellos lo que hacían desde su tribuna pedagógica era enseñar en la “libertad de pensamiento”. Y esto, a determinados poderes fácticos no les complacía. Es más, los definen a los maestros como ateos, blasfemos y, sobre todo, enemigos de los curas y de la religión. Y eso decidiría fatalmente la suerte de todos ellos.
A la par que se presentaba el libro, en alguna televisión se recogía la historia de las familias de aquellos “ilustres maestros” y ha sido conmovedor apreciar el sufrimiento y el daño psicológico que tuvieron que padecer sus familiares más directos. No sólo les habían arrebatado sus vidas, sino que además, la propaganda del régimen les había hecho entender que eran unos traidores a la patria y por lo tanto debían sentir vergüenza de sus antecesores.
Vale preguntarse ¿si no se hubiera actuado así en aquellos tiempos contra las personas defensores de un pensamiento en libertad, estaríamos hoy lamentando muchos de los acontecimientos que suceden? No olvidemos que uno de los principales problemas que genera durante sus 40 años la dictadura, es la congelación mental y cultural de España.
Muchos de los problemas que arrastra nuestra sociedad actual son producto de la falta del respeto a la vida de los demás. Por ello, considero muy acertado que el Gobierno socialista introduzca en la enseñanza escolar una asignatura titulada “Educación para la ciudadanía”.
Cuando los valores humanos divulgados en ese aprendizaje formen parte de todos y cada una de las personas del futuro social de este país, estoy convencido de que no se tendrá que celebrar días conmemorativos contra ningún tipo de violencia.
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