La visita a la ciudad de Valencia del Papa Benedicto XVI, para celebrar el Encuentro Mundial de las Familias, es hoy portada en los medios de comunicación y tema preferencial en las tertulias radiofónicas.
Hemos de reconocer que el servicio protocolario ha funcionado perfectamente. Cuando todas las miradas estaban puestas en el contenido de los discursos hechos por el Papa, dada la aprobación de la nueva Ley del Matrimonio, el mayor mandatario de la Iglesia Católica, defendió con entusiasmo el modelo tradicional de Familia, sin hacer ninguna alusión a cualquier otro modelo de unión familiar.
Esto demuestra, que un análisis serio del contenido de la nueva Ley, establece que no ataca en absoluto al matrimonio tradicional. Y viene a corroborar lo siempre defendido por el Gobierno: “El único objetivo de la Ley, es el permitir que todo tipo de uniones tengan la misma consideración legal” sin que ello, suponga un ataque a la institución. Se espera que a partir de hoy, los representantes de la Iglesia española, después de la discreta lección del Papa, moderen sus actitudes ante la otra realidad familiar.
Si con lo anterior, los ortodoxos más recalcitrantes han tenido que moderarse, el hecho de no asistir el presidente Zapatero a la misa de la celebración central del Encuentro, tampoco significa que el Gobierno no haya actuado con toda la cortesía protocolaria que corresponde a la visita de un Jefe de Estado. El recibimiento y posterior encuentro con Benedicto XVI, lo definen los asistentes cómo “una reunión muy cordial”. Luego el Ejecutivo estuvo representado por los ministros que protocolariamente les corresponde.
Quiero resaltar -para aclaración de los intencionados malpensantes-, que José Luis Rodríguez Zapatero, cuando las circunstancias en cumplimiento del cargo que ocupa tiene que asistir a celebraciones católicas, él acompañado de su esposa están allí. Por lo tanto, hay que saber diferenciar la celebración de un acto lúdico festivo, del sentimiento humano de estar presentes con las personas que lo necesitan.
El Papa Benedicto XVI, cómo máximo representante católico lo debió de entender y así sutilmente lo mostró.
Hemos de reconocer que el servicio protocolario ha funcionado perfectamente. Cuando todas las miradas estaban puestas en el contenido de los discursos hechos por el Papa, dada la aprobación de la nueva Ley del Matrimonio, el mayor mandatario de la Iglesia Católica, defendió con entusiasmo el modelo tradicional de Familia, sin hacer ninguna alusión a cualquier otro modelo de unión familiar.
Esto demuestra, que un análisis serio del contenido de la nueva Ley, establece que no ataca en absoluto al matrimonio tradicional. Y viene a corroborar lo siempre defendido por el Gobierno: “El único objetivo de la Ley, es el permitir que todo tipo de uniones tengan la misma consideración legal” sin que ello, suponga un ataque a la institución. Se espera que a partir de hoy, los representantes de la Iglesia española, después de la discreta lección del Papa, moderen sus actitudes ante la otra realidad familiar.
Si con lo anterior, los ortodoxos más recalcitrantes han tenido que moderarse, el hecho de no asistir el presidente Zapatero a la misa de la celebración central del Encuentro, tampoco significa que el Gobierno no haya actuado con toda la cortesía protocolaria que corresponde a la visita de un Jefe de Estado. El recibimiento y posterior encuentro con Benedicto XVI, lo definen los asistentes cómo “una reunión muy cordial”. Luego el Ejecutivo estuvo representado por los ministros que protocolariamente les corresponde.
Quiero resaltar -para aclaración de los intencionados malpensantes-, que José Luis Rodríguez Zapatero, cuando las circunstancias en cumplimiento del cargo que ocupa tiene que asistir a celebraciones católicas, él acompañado de su esposa están allí. Por lo tanto, hay que saber diferenciar la celebración de un acto lúdico festivo, del sentimiento humano de estar presentes con las personas que lo necesitan.
El Papa Benedicto XVI, cómo máximo representante católico lo debió de entender y así sutilmente lo mostró.