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18/10/2009

Derechos a la dignidad

El pasado sábado, Madrid, fue testigo de una cuantiosa concentración “antiaborto”. Y como era de esperar, ya que lo tenían anunciado, caras muy conocidas del Partido Popular estuvieron presentes. La sorpresa fue que asistentes convencidos de la protesta se preguntaban qué hacían allí.

Por no extender la lista de personas populares, baste referirse a José María Aznar y Jaime Mayor Oreja. Ambos políticos, tuvieron responsabilidad de Gobierno durante ocho años y no predicaron nada en contra de la actual Ley vigente. Ni los acólitos defensores de la vida que se manifiestan se lo reclamaron.
Ley, que es obligado recordar ha generado uno de los espectáculos más bochornosos que cualquier persona puede sufrir. Menciono el hecho: “El montaje como el urdido por varios guardias civiles contra la clínica Isadora de Madrid, que culminó con la identificación y persecución de las mujeres en su domicilio particular que se habían sometido a la interrupción voluntaria del embarazo en ese centro privado”.

Es decir, algún resquicio legal permite que ateniéndose a la Ley vigente, se pueda actuar de esa ignominiosa manera; aunque el resultado final sea que el juez archiva la causa, y la define como una persecución "inquisitorial" con fines "publicitarios e intimidatorios". Este vacío se tenía que corregir dándole cobertura legal y por tanto, era necesaria una reforma que impidiera en el futuro actuaciones de ese tipo.

Esta legalidad y la implantación de unos plazos comparables a los países europeos de nuestro entorno, es lo que avala que la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, sirva para que las personas que libremente deciden que no quieren continuar con su embarazo, lo puedan interrumpir y no tengan que ser castigas ni perseguidas por ello.

Lo problemático de la realidad es la tozudez de los hechos. Miles de jóvenes se quedan embarazadas y no desean ser madres. Es decir, se encuentran en esta situación accidentalmente. Y una sociedad del siglo XXI, tiene que ofrecer solución a esta vivencia dramática. Es verdad, que la mejor medicina es la prevención y la educación sexual; pero si a pesar de ello, el hecho se produce tenemos que contemplar la manera de no torturar a estas jóvenes.
Yo, soy partidario de introducir en el texto alguna articulación que indique la necesaria comunicación con personas mayores que orienten y apoyen la difícil decisión. No podemos dejar al descubierto el espacio para que un encuentro de entusiasmo sexual, provoque un aborto. No hablo de autorizar pero sí tener conocimiento de lo que sucede.

Ahora, esto es bastante complicado. Si antes menciono la prevención para las y los jóvenes; también los mayores debemos tener la formación suficiente y comprensiva para no llamar “ASESINAS” a las mujeres que interrumpen su embarazo no deseado.