Todos los medios de comunicación se hacen eco de la misma noticia: El juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón imputa por un delito de falsedad en documento oficial a los peritos de la Policía Científica que firmaron un informe en el que se relacionaban los atentados del 11-M con la banda terrorista ETA. El mismo documento que difundió El Mundo y que sirvió de base para que el Partido Popular pidiera explicaciones al Gobierno.
Silencio en la sede del PP
Fue tal la tronada popular en este asunto, con sus primeros espadas al frente pidiendo todo tipo de detalles sobre –la según ellos, demostrada manipulación de documentos-, que hoy guardan un silencio sepulcral. La sofocación que deben sentir no se puede calmar si no rompen el silencio anunciando alguna dimisión.
Por lo esquemática y bien sintetizada editorial del El Periódico, adjunto su contenido. Ratifico desde el primer párrafo hasta el último.
Bofetada a la teoría de la conspiración
La llamada teoría de la conspiración sobre el atentado del 11-M sufrió ayer un golpe que, esperemos, sea el definitivo. El juez Baltasar Garzón ha imputado a los tres peritos de la policía científica que vincularon a ETA con el 11-M por falsificar un documento relativo a los hallazgos de ácido bórico en los domicilios de un islamista en el 2004 y de un etarra en el 2001.
El documento en cuestión es precisamente el que ha ventilado el diario El Mundo, y al que se ha agarrado el PP, dentro de su estrategia de desinformación sobre los atentados del 11-M, para extender la tesis de que desde el Ministerio del Interior se han ocultado o tergiversado pruebas para ocultar que ETA participó en la matanza.
El derrumbe ante el juez de uno de los tres peritos ha servido para desmontar una sucia operación disfrazada de periodismo de investigación y que ha dado pie a que los medios más favorables al PP alimentaran machaconamente la teoría de que se están ocultando las claves del atentado.Sin embargo, lo más grave no es que se haya destapado parte del pastel de una descerebrada campaña periodística.
Lo peor es que la confesión de la manipulación de ese documento deja completamente fuera de juego al primer partido de la oposición, el PP, que no dudó en utilizar la información de El Mundo como munición contra el Gobierno y, muy en especial, contra Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior.Toca ahora, por tanto, que la justicia actúe contra los tres, todavía presuntos, falsificadores; que quienes han difundido el falso documento se disculpen ante sus lectores y oyentes, y sobre todo que el PP explique por qué se ha dejado llevar por una información no contrastada.
Buena parte de la opinión pública española ha confiado en las fuerzas de seguridad y en las instituciones y no tiene dudas sobre quiénes cometieron el salvaje ataque del 11-M. Pero hay otra parte que todavía cree en una vinculación entre el terrorismo de Al Qaeda y el de ETA. Están en su derecho. Pero todo indica que son víctimas de un monumental engaño por razones partidistas. Mariano Rajoy no debe perder ni un minuto para desmarcarse de unos presuntos delincuentes que con una burda falsificación han pretendido poner al país en un difícil trance. Si el PP es de verdad un partido responsable está obligado a poner fin a una estrategia que no lleva a ninguna parte y que ayer quedó completamente desacreditada.