La iniciativa hecha pública por el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, que promete si es elegido en la próxima legislatura becas de 6.000 €uros para estimular a los jóvenes andaluces a seguir sus estudios, es un gran acierto.
La transformación social de la población andaluza es un hecho incontestable. Yo, aunque llevo más tiempo de mi vida, en la Comunidad madrileña, la descendencia andaluza me hace congratularme de la promesa socialista. Este hecho, y el mantener contacto con esa sociedad, me produce el pensar los niveles económicos con los que se vivía y la dependencia jornalera que imperaba como modo de vida.
Desde la llegada de la democracia y el desarrollo de la autonomía, se ha ido reconvirtiendo la actividad económica y hoy, los sectores primario, secundario y terciario, junto al turismo engendran una actividad empresarial dinámica. El aprendizaje de estudios superiores y universitarios es aceptable, pero hay una asignatura pendiente: “El 37% de los estudiantes, terminada la educación secundaria obligatoria, deciden dejar de estudiar para ponerse a trabajar”.
La sociedad de consumo imperante, la estructura familiar, el esfuerzo que supone seguir, son acicates que inducen al abandono de los estudios y a la aceptación de un trabajo fácil poco cualificado y temporal. Esta manera de vivir de los jóvenes se aprecia con facilidad y entiendo que preocupe seriamente a los responsables del Gobierno andaluz.
Por lo tanto, incentivar a los alumnos que decidan cursar bachillerato y no dejar de estudiar, es una excelente decisión. Recibirán 600 euros al mes, dependiendo de los resultados académicos y del nivel de renta familiar.
Una sociedad que esté informada, que tenga formación, educación superior y cultura, es una sociedad libre.
Este es el gran reto que se impone el PSOE de Andalucía.
La transformación social de la población andaluza es un hecho incontestable. Yo, aunque llevo más tiempo de mi vida, en la Comunidad madrileña, la descendencia andaluza me hace congratularme de la promesa socialista. Este hecho, y el mantener contacto con esa sociedad, me produce el pensar los niveles económicos con los que se vivía y la dependencia jornalera que imperaba como modo de vida.
Desde la llegada de la democracia y el desarrollo de la autonomía, se ha ido reconvirtiendo la actividad económica y hoy, los sectores primario, secundario y terciario, junto al turismo engendran una actividad empresarial dinámica. El aprendizaje de estudios superiores y universitarios es aceptable, pero hay una asignatura pendiente: “El 37% de los estudiantes, terminada la educación secundaria obligatoria, deciden dejar de estudiar para ponerse a trabajar”.
La sociedad de consumo imperante, la estructura familiar, el esfuerzo que supone seguir, son acicates que inducen al abandono de los estudios y a la aceptación de un trabajo fácil poco cualificado y temporal. Esta manera de vivir de los jóvenes se aprecia con facilidad y entiendo que preocupe seriamente a los responsables del Gobierno andaluz.
Por lo tanto, incentivar a los alumnos que decidan cursar bachillerato y no dejar de estudiar, es una excelente decisión. Recibirán 600 euros al mes, dependiendo de los resultados académicos y del nivel de renta familiar.
Una sociedad que esté informada, que tenga formación, educación superior y cultura, es una sociedad libre.
Este es el gran reto que se impone el PSOE de Andalucía.