La inesperada muerte del presidente del Banco de
Santander, Emilio Botín, ha sido la causa que anula el protagonismo de la
anunciada noticia que ayer ofrecía la alcaldesa de Madrid, Ana Botella.
La Sra. Botella llega a la alcaldía en la perfilada
operación que le traza su antecesor Alberto Ruiz-Gallardón. Hereda el cargo sin
obtener el beneplácito de los electores madrileños. Es decir, el sistema
electoral permite que al abandono del titular de la alcaldía, pueda sucederle
en el cargo cualquier persona que configura la lista ganadora. En el caso que
nos ocupa, Ana Botella.
Y, así se encuentra que tiene que gestionar el
Ayuntamiento más endeudado de España. A los recortes que aplica para reducir el
déficit, hay sumarle la caótica gestión que su equipo de Gobierno hace con el
asunto `Madrid Arena´, el fracaso en la competición de los `juegos olímpicos´,
trece días sin recoger la basura y para colmo los árboles de Madrid se
convierten en `asesinos inesperados´.
Ante este breve relato de acontecimientos, cuando la Sra.
Botella debía explicar las razones de los fracasos, desplegaba un abanico de
argumentos nada convincentes que hacían que cada día aumentara su impopularidad
entre el electorado.
Consecuencia que le lleva a renunciar a presentarse al
examen de las urnas en 2015.
Y, ahora qué:
Difícil dilema se le presenta al Partido Popular en la
ciudad de Madrid. Con unas encuestas que aseguran la pérdida de la mayoría
absoluta, la dirección del PP tiene que encontrar a la persona que contrarreste
el anunciado fracaso.
Pero, en política ya sabemos que para celebrar las
victorias todos a la foto, para gestionar las derrotas la soledad es inmensa. Y,
mucho me temo que en la terna de nombres que se barajan: Aguirre, Cifuentes,
Santamaría, todas mujeres y con cargos de reconocido prestigio en la actualidad,
las garantías de triunfo deben ser muchas o de lo contrario no se embarcaran en
la aventura madrileña.
Por ello, y aunque la soledad que vive el PP en el
Parlamento cuando ha tratado de aplicar las medidas de la llamada `regeneración
democrática´ y por añadidura la `reforma electoral´ de la elección de alcaldes
en los municipios, cuando todavía se está deshojando la margarita del sí o el
no, el olfato político me dice que en aras de conseguir garantías para mantener
la alcaldía de Madrid, se lancen a toda vela y aprueben algo que en la
actualidad no existe.